La pandemia de coronavirus se alejó y con ello revivió a la Noche de Muertos en Michoacán y Morelia es ejemplo del resucitar de esa tradicional y ancestral celebración que distingue a las comunidades indígenas, en lo particular, y a Michoacán, en lo general.
Parecía que las ansias artísticas de los michoacanos y el deseo de los turistas por observarlos estuvieran atadas por la crisis sanitaria que los enfermó, pero no se las llevó.









Y cedió, cedió la pandemia y las artísticas manos universitarias hicieron a un lado el lápiz y el cuaderno y tejieron hermosos tapetes y altares en las plazas públicas de Morelia.
La Plaza de Armas, San Agustín, el Carmen, Plaza Morelos, la Calzada de San Diego, el Centro de Morelia en su conjunto, se convirtió en un enorme escenario que recreó el misticismo de los pueblos indígenas con altares, tapetes, cráneos gigantes, arcos florales. La flor de cempasúchil, el pan de muerto, las bebidas, las frutas, las velas, esa luz que guía el reencuentro de muertos y vivos. Las ánimas que vuelven a disfrutar de los gustos que tuvieron mientras estuvieron en este mundo terrenal.





























Emblemáticos edificios coloniales como la sede del Poder Legislativo y el antiguo Palacio de Justicia abrieron sus puertas y dejaron ver la creatividad de sus trabajadores con artísticos y bellísimos altares, así como la recreación de paisajes naturales como el Lago de Pátzcuaro.
Y la Avenida Madero fue testigo del desfile de cientos de catrinas y catrines que dejaron boquiabiertos a los turistas extranjeros que jamás habían visto semejante desplegado cultural y artístico que distingue a Capula. Zombis, un poco alejados de la tradición michoacana, dieron un toque tétrico, pero igual los admiraron.













Y si las talentosas manos universitarias, en el caso de Morelia, desplegaron todo su arte y lograron hacer del centro de la capital michoacana un monumental altar; los visitantes, los turistas no se quedaron atrás y abarrotaron las céntricas calles y plazas para admirar la majestuosidad de la celebración de Noche de Muertos.


























Y llegaron de todas partes de México y también de países lejanos como España, Corea, Alemania, Inglaterra, Argentina, Estados Unidos y muchos más, pero todos, mexicanos y extranjeros quedaron extasiados por la mística celebración de la Noche de Muertos, el colorido, la festividad; la alegría del reencuentro de vivos y muertos.







Y, no está por demás decirlo, la película Coco influyó muchísimo en la difusión mundial de esa celebración. Y así lo admitió una turista asiática que por ver ese filme decidió venir a vivir en plenitud la celebración michoacana de Noche de Muertos.



















Michoacán, es único; Morelia, es hermosa y digna representante del estado que la cobija, pero, sin duda, la Noche de Muertos es algo que va mucho más allá; es misticismo, es cosmovisión indígena, es festividad, es la alegría por la reunión, en una noche mágica, de vivos y muertos.